El Arquito no sirve para jugar al fútbol, pero sí soluciona el problema de la pulverización ineficiente de las plantaciones de limón y, por añadidura, permite ahorrar fortunas a los productores. Nahuel Díaz Otero, el tucumano autodidacta detrás de este proyecto, cuenta que en 2017 fue desafiado por una citrícola que quería aplicar los agroquímicos de un modo más inteligente. Díaz Otero relata que tomó nota de la inquietud; visitó las quintas; investigó cómo se hacía el trabajo, y constató que efectivamente se derrochaba una cantidad significativa de producto, de agua, de tiempo y de maquinaria. Tras esa pesquisa, y con “un par de caños y de sensores”, surge el prototipo del Arquito. Muchos creyeron que era un disparate destinado al fracaso, según rememora. “Empezamos a usarlo y la idea gustó: era buena. Y así nos pusimos a fabricar las ‘maquinitas’”, cuenta.
Con el tiempo, Díaz Otero, cuya empresa unipersonal se llama NDO Agricultura de Precisión, montó su propio taller. Él dice que nunca fue bueno para estudiar una carrera universitaria, pero que siempre le interesaron “los fierros” y el aprendizaje por sus propios medios. Cursó Agronomía hasta tercer año y, después, estuvo a punto de recibirse de técnico azucarero. “A los 23 años llegó mi primer hijo y salí a trabajar. Me gustaba la mecánica y la electrónica. Con el Arquito me introduje en la herrería, la soldadura y en la programación. Después de horas y horas en la computadora, logramos programar en forma justa los sensores del Arquito. Hicimos la prueba piloto durante tres meses: la solución funcionó y la citrícola que había planteado el problema compró las primeras tres máquinas”, refiere. Después, la novedad circuló de boca en boca y las empresas del sector se sumaron a la demanda de esta herramienta.
“Muchas veces se utilizan 4.000 litros de agua en una aplicación que requiere sólo entre 200 y 300 por hectárea. Aplicado con el Arquito, el ‘caldo’, como se llama al preparado, puede llegar a rendir cuatro veces más que con una pulverizadora convencional. Además de dinero, hay una ganancia de tiempo”, explica el emprendedor. Y añade: “cuando las empresas hacen un balance de números, encuentran que, sólo en agroquímicos, ahorran casi U$S 16 por hectárea y aplicación. Ahí te das cuenta de la magnitud del impacto de tu idea. A lo mejor en tu cabeza no le das tanta importancia, pero hay mucha gente afuera que quizá la valore, y que, sin dudas, está dispuesta a comprarla”.
El Arquito se termina pagando solo en poco tiempo sólo si se considera la reducción de gasto en químicos. Al respecto, Díaz Otero reflexiona: “se tiró muchísima plata durante demasiado tiempo. Arrojaron producto y agua a rolete porque no les importaba en función de los ingresos que tenían. Pero si todo lo que hubieran podido ahorrarse en este proceso se volcaba a la industrialización de la fruta, quizá no estaríamos en crisis en el presente”.
Fase de adaptación
El Arquito apareció en los últimos años del boom del limón. NDO Agricultura de Precisión llegó a vender 64 unidades: en Tucumán se las sacaban de las manos. El emprendedor recuerda con nostalgia que la fabricación no daba abasto y que eso le impidió satisfacer los pedidos de clientes de otras provincias, aunque sí hay arquitos en Jujuy, Salta y Catamarca. Hoy dice que no sabe cuánto cuesta la máquina porque el precio de los insumos aumenta el 5 o 6% cada semana. “Un equipo completo rondaría entre los U$S 6.000 y los 6.500 más IVA”, arriesga. Los cambios en el mercado del citrus, que llevan a los productores a retirar o a reducir sus plantaciones, lo obligaron a enfocarse en el mantenimiento de las máquinas que había vendido hace dos o tres años. “Estamos en una etapa crítica en la citricultura y eso por supuesto significa un parate fuerte para nuestro producto, pero yo creo que para todos los jugadores este es un tiempo de adaptación”, explica. Según su criterio, la crisis de sobreproducción de fruta fresca conducirá al sector a concentrarse en la agregación de valor para la industria alimenticia.
¿Podrá el Arquito funcionar para otros cultivos? Díaz Otero dice que el implemento tiene una limitación en la altura que lo circunscribe a las plantas chicas, y que él está buscando la forma de que pueda servir para árboles crecidos. “Ahora estoy tratando de ver cómo montarlo de una forma diferente para que se pueda seguir utilizando. Si la idea anda bien, mandaría el desarrollo a todos los compradores para que actualicen la máquina y la puedan aprovechar durante la vida completa del cultivo”, anticipa.
El trámite de la patente del invento se encontró con el hecho de que ya existe en el mundo una máquina similar al Arquito. Eso implica que Díaz Otero sólo registró la marca y obtuvo un permiso de uso de dominio, según cuenta. “En la década de 1990 hubo una importación de un diseño semejante y lo patentaron en la Argentina. Cuando venza esa inscripción y, si no la renuevan, podríamos patentar nuestra invención”, explica.
El nombre de la máquina tiene una relación directa con el fútbol, pero curiosamente no se le ocurrió a Díaz Otero, sino que un conocido tomó las riendas del bautismo. “Carecía de nombre hasta su presentación en el grupo Marcos Paz. Un amigo, Santiago Díaz, que trabajaba en la venta de agroquímicos me preguntó cómo se llamaba y yo le dije que la denominara ‘máquina pulverizadora para pequeños frutales’. Él, que es bien futbolero, me respondió que no podía ser que no tuviese un nombre: miró el producto y dijo ‘Arquito’, y así quedó”, narra el emprendedor.
Otro amigo inscribió a NDO Agricultura de Precisión -aparecen como sus cofundadores Díaz Otero y Leticia Chinellato- en la segunda edición del concurso de innovación Eureka que organizan la empresa agroindustrial global San Miguel y la incubadora Inicia con el apoyo de instituciones públicas. Él decía que no tenía ni tiempo ni energía para eso. Pero resulta que el Arquito quedó entre los 15 proyectos preseleccionados en 2022, y, de repente, Díaz Otero empezó a contactarse con emprendedores de otras provincias y de otros países. Para él fue una gran oportunidad para mirar más allá de su idea de negocio y conectarse con una comunidad con inquietudes afines. “Yo no sabía nada sobre eso. Es más, hice un papelón en la primera ronda de presentaciones del Eureka. Llevé un par de diapositivas peladas y me quería morir cuando vi los materiales espectaculares de los otros. Después, para la segunda presentación, mejoré mi desempeño y al jurado le gustó esa evolución, el que haya buscado remontar la primera mala impresión. Y salimos terceros (lograron una mención) entre 150 proyectos. Es un reconocimiento hermoso”, afirma.
Hasta casi la creación del Arquito, Díaz Otero trabajó en relación de dependencia. Dice que se cansó de los horarios y que no sentía que su potencial era valorado. Cuenta que terminó en muy buenos términos el vínculo con la empresa en la que prestaba servicios, y que se puso a comprar y a vender autos, algo que le apasionaba, mientras surgía otra ocupación. Ahí aparece un amigo, y le propone integrarse al departamento de telemetría y mediciones de las máquinas pulverizadoras de limón de una citrícola líder de la provincia. “Me hago cargo y empiezo a crecer en el área de la agricultura de precisión. Eso me permitió ver las falencias de las aplicaciones, y meterme en la fabricación de barras de herbicidas y de otras herramientas, incluido el Arquito. ¿Qué pasó cuando me hice emprendedor? Si antes trabajaba ocho horas, ahora debía hacerlo 24”, compara.
Díaz Otero, que tiene 36 años, aprendió que la prolijidad nunca es suficiente porque cada error se paga carísimo: “el emprendedor no puede olvidarse nunca que él encarna el rostro de su proyecto, y que cualquier cosa que dice o paso en falso que da repercute en su persona y en todo lo que haga en adelante. Sin embargo, no es difícil emprender: yo recomiendo a aquellos que tienen una idea para resolver un problema que intenten hacerlo, que no se queden con las ganas, porque la vida es una sola, y no hay una segunda oportunidad para dedicarse a realizar lo que uno sueña y piensa”.
Hacerlo por el bien de todos
El padre del Arquito manifiesta que la clave es confiar en la solución que aparece en la ejecución de un proceso con falencias, aunque el resto opine lo contrario. “Cuando empecé a probar el prototipo del Arquito, me encontraba con gente del rubro que me decía que estaba loco. ¿Por qué? Porque yo decía que una planta nueva necesitaba 80 centímetros cúbicos, y ellos sostenían que hacían falta entre 500 y 900. Me aseguraban que lo mío no iba a funcionar y hasta que no vieron los resultados, no creyeron que era posible. Después empezaron a comprar ‘arcos’ y yo les decía ‘che, ¿que no estaba loco?’”, interroga con una sonrisa. E insiste: “es importante poner a prueba esa idea superadora por el bien de todos: de las empresas, de la persona que emprende, del ambiente y de la comunidad. A la gente que me pregunta qué hacer con ese proyecto que tiene en mente, yo le digo ‘andá para adelante. Si fracasás, alguna salida vas a encontrar’. No tengás miedo, pero no lo hagás a los 60 porque ahí ya estás frito”.
La receta de NDO
1) Poner a prueba las soluciones concebidas para resolver problemas.
2) Enfocar la mirada en las falencias que obstaculizan la eficiencia.
3) Fabricar un prototipo con una inversión mínima.
4) Impedir que las opiniones escépticas paralicen la iniciativa.
5) Salir del negocio y tomar contacto con la comunidad de emprendedores.